La relación terapeuta-paciente es esencial en la consecución de mejoras y buenos resultados con los tratamientos y, al igual que ocurre con cualquier otra relación entre personas, no siempre resulta fácil conseguir una química idónea para nuestros objetivos. Por ello, no ha de preocuparnos el hecho de probar con diferentes psicólogos, si apreciamos que no nos sentimos cómodos o no apreciamos progresos pasado un tiempo prudencial. Para minimizar esta posibilidad, podemos realizar una serie de preguntas en nuestra primera entrevista con el terapeuta y decidir así con una información más detallada en nuestro poder si deseamos establecer una relación terapéutica con él/ella. Algunas sugerencias:
–¿Acepta en este momento a nuevos pacientes?
–¿Cuántos años de experiencia tiene como terapeuta?
–¿Con qué tipo de pacientes trabaja: hombres, mujeres, niños, familias…?
–¿En qué área y trastornos está usted especializado?
–¿Tiene experiencia en el tratamiento de personas con problemas similares a los míos?
–¿Qué pronóstico, por lo general, tienen los casos similares al mío? A priori ¿cuál es la duración media aproximada de un tratamiento para mis problemas?
–¿Qué enfoque terapéutico adopta en sus tratamientos con los pacientes?
–¿Cuáles son sus honorarios? ¿Puede hacerme alguna oferta por número de sesiones o según la extensión del tratamiento?
Es buena idea también pensar a priori en los pormenores que pueden incidir en la implementación de la terapia, y encontrar un espacio temporal donde otro factores no incidan negativamente (cuidado de hijos, horarios laborales…), para que ese espacio de sanación sea justo eso, y tratar esos detalles con el terapeuta para encontrar la solución idónea.
Por su parte, el terapeuta preguntará todo aquello que considere fundamental para recabar datos básicos sobre su caso particular, y poder así a su vez dar respuesta a las preguntas anteriormente formuladas.
Como consejo general, es conveniente que ya desde un primer momento, acudamos a nuestro terapeuta con la mente abierta, confiando en que todo problema tiene una solución –aunque en ese momento no la conozcamos o nos parezca imposible– y que los cambios positivos son una realidad constante en la vida, aunque lleve cierto tiempo alcanzarlos.