Causas de la Depresión
La depresión no es una enfermedad de causa única, sino que múltiples factores (genéticos, bioquímicos, ambientales y psicológicos) y dimensiones se ven implicados en su génesis y desarrollo. Diferentes investigaciones han revelado que el cerebro de la persona que sufre depresión funciona de forma anómala en diversas áreas, ligadas a la regulación del razonamiento, el estado de ánimo, el sueño o el apetito. También se han detectado desequilibrios en los neurotransmisores, fundamentales en la comunicación entre neuronas y, por ende, del funcionamiento cerebral normal. Entre ellos, la serotonina se considera como uno de los principales agentes implicados en la depresión, al reducirse sus niveles óptimos en las sinapsis neuronales (por esta razón, muchos fármacos antidepresivos se fundamentan en la inhibición de su recaptación).
Las experiencias y aprendizajes vitales forman parte del sustrato donde pueden originarse los trastornos depresivos. La pérdida de un ser querido, procesos de divorcio, sufrir episodios de estrés extremo o continuado en el tiempo, cambios vitales como quedar en paro o cambiar de domicilio/ciudad, pueden propiciar la aparición de estos trastornos. Por ejemplo, es bien conocido que mecanismos de aprendizaje como la “Indefensión aprendida” (muy frecuente en víctimas de maltrato o violencia), están ligados a la depresión. Básicamente, consiste en creer/aprender que ninguna de las acciones que podamos emprender personalmente tendrán posibilidad de cambiar nuestro entorno o circunstancias, que no poseemos capacidad de control sobre nuestro destino y que éste depende siempre de circunstancias externas a nosotros, adoptando así actitudes pasivas/derrotistas que favorecen la aparición y mantenimiento de trastornos depresivos.
Tratamientos
La depresión es una enfermedad compleja, por lo que el tratamiento y su dirección dependerá en buena medida del profesional de salud mental adscrito al paciente y su criterio. Pero en términos generales, las líneas de tratamiento principales ya están bien establecidas. Así, los tratamientos farmacológicos suelen ser de primera línea en episodios de gravedad media-alta, y siempre es recomendada su combinación con otras actuaciones propias de las terapias cognitivo-conductuales e interpersonales.
La duración de un tratamiento dependerá siempre del tipo de depresión que sufra el paciente, así como de su evolución personal concreta. Por este motivo, no resulta realista indicar un tiempo estimado de recuperación para cada trastorno, pues en última instancia, cada uno es caso único ligado a la especificidad de cada individuo.
En todo caso, es recomendable acudir a nuestro médico de cabecera –o directamente a un profesional de la salud mental– cuando observemos los primeros síntomas de un posible trastorno depresivo: nuestra salud y funcionamiento general se verán ampliamente recompensados por ello.